miércoles, 9 de enero de 2019

Almedina (Ciudad Real)

Bartolomé Jiménez Patón: La biografía de Bartolomé Ximénez Patón ha dado un vuelco con el descubrimiento de nuevos textos hasta ahora extraviados y de algunas obras desconocidas. Por ejemplo, Abraham Madroñal descubrió su autobiografía, que lleva el título El libro de cuenta y razón, que publicó en 1993.​ Nació en la villa de Almedina y fue bautizado el 15 de agosto de 1569. Sus padres fueron Bartolomé Ximénez y Apolonia Fernández, esta última con grandes rentas, por lo que siempre disfrutó a lo largo de su vida de una posición bastante desahogada. Estudió en el Colegio Imperial de los jesuitas de Madrid, donde tuvo como compañero a Lope de Vega, de quien siempre fue un gran admirador; luego en la Universidad de Baeza donde, a los diecinueve años (1588), logró ingresar en la Facultad de Artes; obtuvo el Bachillerato en Artes y Filosofía en 1592 y recibió órdenes menores en 1593; terminó su formación universitaria en Salamanca con el grado de Maestro en Artes en 1597 y en 1598 era preceptor en Alcaraz. La vocación literaria fue temprana en él: Juan Pérez de Montalbán afirma en su Para todos que
A los veinte años de su edad tenía hechas muchas poesías, comedias, autos y otras obras sueltas, divinas y humanas
En Alcaraz se dedicó a escribir comedias al estilo de su amigo Lope (Los amantes engañadosEl casamiento deshechoLa tugancilla princesa...) a instancias del consistorio municipal que se las pedía para los festejos. Además de venderles estas comedias, le pidieron dos autos sacramentales que también les entregó.
Esta afición a las letras terminó por decidirlo a abandonar la carrera eclesiástica y tomar esposa en la persona de Juana Hervás Monsalve y los esposos se desplazaron a vivir a Villanueva de los Infantes, porque dicha ciudad le había ofrecido una Cátedra de Humanidades que aceptó y para la que fue contratado el 16 de agosto de 1600. Allí tuvo dos hijos, Félix y Alonso Patón Monsalve. Sin duda debió hacer muchos viajes para relacionarse con varias academias de Toledo, como la Academia de Fuensalida y la del Conde de Mora y el círculo de amigos de Lope que allí residía; además fue Notario del archivo de la Inquisición de Murcia y Correo mayor de Villanueva de los Infantes (Ciudad Real), cargos que le exigían cierta movilidad, fuera de que, al parecer, fuera también durante un tiempo preceptor del ilustre poeta Conde de Villamediana.
Entre sus trabajos eruditos de humanista cabe citar sus traducciones y comentarios de epigramas de Marco Valerio Marcial, las Odas de Horacio, las Sátiras de Juvenal y otros muchos autores, también bíblicos (Salmos, Jeremías) incluidos en sus obras Cáthedra de erudición y Comentarios de erudición (1621), obras que han sido redescubiertas y recuperadas por Abraham Madroñal, aunque algo incompletas; son sus trabajos más originales.​
Son dos sus obras gramaticales: Breves Institutiones de la Gramática Española (Baeza, 1614), compuesta para extranjeros que desean aprender la lengua y Epítome de la ortografía latina y castellana (Baeza, 1614), pero deben mucho al Brocense. Más interés demostró por cuestiones de retórica, publicando el más importante manual de retórica de la época (Mercurius Trimegistus, sive de triplici eloquentia, sacra, española y romana, 1621). Una parte del mismo es su Eloquencia española, publicada con anterioridad (Toledo, 1604); la parte más original de esta obra es su primacía en el estudio de los versos correlativos, como señaló Dámaso Alonso; emparentado con este interés, y en concreto con la parte de oratoria sacra de su Mercurius, está su El perfecto predicador (1612), en que Patón trata de defender el clasicismo en la oratoria sagrada frente a la introducción y abuso del cultismo por fray Hortensio Félix Paravicino y los gongoristas que comienza a destacar por estos años y llegará a los extremos reprendidos en el siglo XVIII por el Fray Gerundiodel padre José Francisco de Isla, en lo que resulta un pionero; pero sus trabajos en estos campos son también poco originales y toman mucho de Francisco Sánchez de las Brozas; es más, cuando se separa del Brocense suele andar muy errado. Esto ocurre también incluso con una dialéctica hace poco recuperada, el Instrumento necesario para adquirir todas ciencias y artes y entender los autores (c. 1604) que no es más que una traducción de dos libros del Brocense: De nonnullis Porphirii aliorumque in dialéctica erroribus (1588) y de la parte dedicada a la dialéctica del Organum Dialecticum et Rhetoricum (Salamanca, 1579), aunque no sigue las dos obras del mismo modo.
Además escribió diversos opúsculos Discurso en favor del santo y loable estatuto de la limpieza de sangre (Granada, 1638); Reforma de trajes (1638), Decente colocación de la Santa Cruz y Discurso de la langosta.
Como paremiólogo su principal contribución fue la edición concordada de los Proverbios morales de Alonso de Barros que contiene más de 1100 proverbios en griego y latín traducidos al castellano.
También le ocuparon durante un tiempo los trabajos históricos: la Historia de la antigua y continuada nobleza de la ciudad de Jaén, muy famosa, muy noble, y muy leal, guarda y defendimiento de los reynos de España. Y de algunos varones famosos, hijos de ella (1628) es su obra histórica más importante. En 1983 se reeditó con un prólogo de Rafael Ortega y Sagrista donde se afirma que Patón refundió en realidad un texto anterior de Pedro Ordóñez de Ceballos. La Historia no hace referencia a los cronicones (generalmente poco históricos), por lo que su veracidad está muy asentada. Contiene principalmente biografías y genealogías de linajes jiennenses junto con hechos históricos de la época, sin rehuir el paisaje, la climatología, la industria y especialmente la agricultura. Por último, ha aparecido recientemente una obra moral, El virtuoso discreto. Se han perdido sin embargo, aparte de su teatro ya mencionado, las obras Albergue de pobres, una Visión en metro variado y una Relación de fiestas en la beatificación de Santo Tomás, en 1619.
Patón hizo algunas contribuciones notables a la filología hispánica y a veces parece presagiar la gramática universal de Port Royal, pero quizá lo más interesante sea su observación sobre el seseo. El ceceo (cecear)) existía desde el siglo XIII y tenía además las acepciones de "tartajear" y de "llamar a alguien con la interjección ce, ce". Sin embargo, del seseo no aparecen textos hasta el siglo XVII: en 1611 o 1614 Bartolomé Jiménez Patón suministra la primera descripción conocida de sesear, pero aplica este verbo al hábito fonético de los valencianos (que pronuncian con /s'/ ápico-alveolar la c, ç) y lo contrapone al zezear de Sevilla.
Resultado de imagen de bartolome jimenez paton

Fernando Yañez de la Almedina: Para trazar la biografía de Fernando Yáñez no se cuenta con ningún dato documental seguro anterior a septiembre de 1506, cuando cobró de la catedral de Valencia veinte libras a cuenta de las pinturas que debía realizar para el retablo de los Santos Médicos, que tenía a su cargo en unión con Fernando Llanos.​ El abogado Juan Butrón, en sus Discursos apologéticos en que se defiende el arte de la pintura, publicados en 1623, afirmaba que había nacido en Almedina (Ciudad Real) y le atribuía el desaparecido retablo mayor de su parroquial. Son estos datos escuetos los que repetirán Lázaro Díaz del Valle y Antonio Palomino, quien añadía que Francisco de Quevedo le había dedicado un epigrama actualmente perdido. Hernando de Ávila, en otra obra desaparecida, el Libro del Arte de la Pintura, terminado antes de 1590, incluía a Hernandiáñez entre los grandes maestros de los que le habían llegado noticias, todos ellos, excepto Yáñez, activos en Madrid y Toledo. Pero ninguna fuente hacía mención de su paso por Valencia, caído en el olvido su trabajo en la catedral, y de su formación en Italia quedaba el vago recuerdo de un aprendizaje con Rafael, según Palomino, «como lo muestran las pinturas del retablo del lugar referido».​ El recuerdo de su fama se conservaba mejor en su patria, donde en 1575, en respuesta a las Relaciones de Felipe II.
El estilo leonardesco que se manifiesta en las pinturas para las puertas del retablo de la catedral de Valencia, ejecutadas en colaboración con Fernando Llanos, o en obras como la Epifanía de la capilla de los Caballeros de la catedral de Cuenca, de la que Antonio Ponz, cuando todavía se desconocía su autoría, escribió que si no era de Leonardo da Vinci había de ser «de algún célebre hombre de los que iban a estudiar su obra a Florencia»,​ ha llevado a ponerlo en relación con otras noticias documentales, de abril y agosto de 1505, en las que se menciona a un «Ferrando Spagnuolo, dipintore» trabajando en Florencia junto con Leonardo en las pinturas de la Gran Sala del Consejo de la Señoría, donde el maestro florentino se encontraba ocupado en el mural de La batalla de Anghiari.
No es posible, sin embargo, determinar a cuál de los dos Ferrandos —Llanos o Yáñez— hacen referencia dichos documentos, existiendo tesis favorables a cada uno de ellos.
Ya en solitario, entre 1511 y 1514 cobró de la catedral por la decoración del órgano; su trabajo aquí fue variado, incluyendo las trazas de todos sus adornos, con un completo repertorio de grutescos.​ La relación con Llanos, sin embargo, no se había interrumpido pues el mismo año 1511 ambos contrataron conjuntamente la finalización del retablo de la Virgen de les Febres en la colegiata de Játiva,​ trabajo del que no existe ninguna otra noticia y es posible que no se llegase a ejecutar, y en enero de 1513 se mencionaba a Los Ferrandos contribuyendo con 15 sueldos conjuntamente en el impuesto de Tacha Real.Tras su colaboración con Llanos en el mencionado retablo de los Santos Médicos (del que únicamente se conserva la predela con la pintura del Santo Entierro​) la catedral les encargó, en marzo de 1507, las pinturas de las puertas del retablo mayor. Los pagos por esta obra se extienden hasta septiembre de 1510. Entre tanto ambos pintores se habían ocupado del encarnado de una talla de la Virgen para la misma catedral y proporcionado las trazas y algunas pinturas para el retablo que había de hacer Damián Forment con destino a la capilla que el gremio de plateros tenía en la iglesia de Santa Catalina de la misma ciudad, origen de un largo pleito.
En abril de 1515 viajó a Barcelona para realizar la tasación de las pinturas hechas por Joan de Borgunya para la iglesia de Santa María del Pino, pero hubo de retornar inmediatamente a Valencia pues antes de terminar el año cobraba de la catedral por las pinturas para el órgano «chiquet». Para entonces Llanos había marchado ya a Murcia y no se tendrán nuevas noticias de Yáñez hasta 1518, cuando aparece documentado en Almedina, a donde debió de acudir para encargarse de las pinturas del retablo mayor de su parroquial, en el que consta documentalmente que se estaba trabajando en esas fechas. En 1519 se le encuentra citado en Almedina como testigo en una partida de bautismo, donde se le llama «Ferrandiañes, pintor». Siguen las menciones en los libros parroquiales en 1520 y 1521, con ocasión de los bautizos de sus hijos. La Sagrada Familia antiguamente en la colección Grether de Buenos Aires, firmada «Hernandiañes inventor año 1523», debió de ser pintada todavía en Almedina, por utilizar en su firma la fórmula que empleó comúnmente en esta localidad.
En 1525 se encontraba en Cuenca, donde otorgó poder, declarándose vecino de Almedina, para cobrar ciertas deudas que tenía pendientes en Valencia, poniéndose de manifiesto que, a pesar del traslado a su localidad natal, no había perdido el contacto con la capital levantina. De 1526 a 1531 trabajó en la catedral de Cuenca, primero en la capilla de los Albornoz y luego en la de los Caballeros. En 1532 reaparece en Almedina como compadre en un bautizo, lo que se va a repetir en los años siguientes hasta octubre de 1537, fecha de la última referencia documental disponible. En el mes de enero de 1536, en una visita hecha a Almedina por los comisionados de la Orden de Santiago, se citaba a «Hernandiañez» entre los vecinos «de cuantía» de la localidad, lo que habitualmente implicaba un reconocimiento de hidalguía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario