Se cree que empezó a estudiar Humanidades en el estudio de Juan de Mal Lara; en todo caso, se graduó de bachiller en Artes y Teología (1564) en la universidad llamada Maese Rodrigo. Después estudió Medicina en la Universidad de Salamanca y en la Universidad de Alcalá de Henares, pero al morir su padre en 1567 quizá abandonó los estudios, puesto que no figura en los libros como licenciado.
En otoño de 1568 ya está en Sevilla, y él y su madre reciben un préstamo del capitán Alonso Hernández de Ayala, a condición de que Mateo se casase con doña Catalina de Espinosa si no devolvía el dinero en el plazo establecido; aunque Alemán intentó aplazar el compromiso, tuvo que casarse con doña Catalina, a riesgo de ser encarcelado; el matrimonio terminaría años después en separación.
Ejerció como recaudador del subsidio de Sevilla y su arzobispado; en Madrid, le nombraron contador de Resultas en la Contaduría Mayor de Hacienda. Desde 1573 residió en Sevilla, donde tenía diversos negocios según los documentos; en uno vende una esclava morisca, en otro, compra una capilla para la cofradía de los Nazarenos, de la que era hermano. Para esta corporación redacta unos estatutos en 1578. Le encarcelaron por deudas en 1580 y pasó en la cárcel de Sevilla dos años y medio, donde aprovechó para asimilar las costumbres de la vida criminal que luego aparecerán en su famosa novela Guzmán de Alfarache y que ya debía de conocer a causa de la profesión del padre.
Aunque hizo información para pasar a las Indias, no llegó a hacerlo en aquel momento. En 1586 se hallaba en Madrid. En 1593 viajó a Almadén como juez visitador para inspeccionar las famosas minas de mercurio arrendadas por el monarca a los banqueros alemanes Fugger o Fúcares. Se conserva la relación que escribió con tal motivo, para la cual tuvo que interrogar a varios reos forzados a trabajar allí, que debieron de inspirarle algunos personajes y pasajes de su obra. En su encuesta a los penados se describen algunos hechos como el que sigue: en su declaración, Fray Juan de Pedraza habla, contestando a la pregunta de Mateo Alemán.
Una vez de vuelta a la Corte empezó a elaborar traducciones de varias odas de Horacio y redactó un prólogo para los Proverbios morales de Alonso de Barros, impresos en Madrid en 1598. También escribió la Primera parte de Guzmán de Alfarache, terminada a fines de 1597 y editada en 1599. Esta obra, una novela picaresca, estableció el canon del género a imitación del Lazarillo de Tormes y alcanzó un éxito formidable en España y Europa.
En 1601 volvió a Sevilla comido de deudas, por las que fue encarcelado otra vez en 1602 hasta que lo sacó su pariente Juan Bautista del Rosso. Este mismo año se publicó en Valencia una segunda parte apócrifa del Guzmán de Alfarache, escrita por Mateo Luxán de Sayavedra (seudónimo del abogado valenciano Juan Martí), y ambas partes se publicarían en Milán en 1603, atribuidas a Mateo Alemán. Una tercera parte debida al portugués Machado de Silva aparecerá mucho después de la muerte de ambos hacia 1650.
En 1608 obtuvo licencia para pasar a México, ciudad a donde llegó ya viejo y cansado, y entró a servir al arzobispo fray García Guerra. En 1609 publicó una Ortografía castellana, que defendía la tendencia fonetista frente a la etimologista. En 1613 escribió Sucesos de don fray García Guerra, arzobispo de México, a cuyo cargo estuvo el gobierno de Nueva España, obra que incluye una "Oración fúnebre" en memoria del prelado. En 1615 residía en la localidad mexicana de Chalco.3 No se tienen más datos de él y debió morir poco después.Alemán, enfadado y espoleado por esa segunda parte, se propuso acabar definitivamente su segunda parte; en 1604 publicó en Sevilla la primera edición de su Vida de san Antonio de Padua y en Lisboa, la auténtica Segunda parte del Guzmán de Alfarache, también en ese mismo año. El éxito europeo de su obra fue formidable: casi de inmediato salía una traducción italiana de las prensas venecianas de Barezzi (1606); en alemán se publicó en Múnich en 1615; G. Chappuys, tradujo al francés la primera parte, imprimiéndola en París en 1600; J. Chapelain tradujo las dos partes de la novela al francés y las publicó en París en 1620; dos años después se estampaba en Londres la versión inglesa de James Mabbe que, en un prólogo extraordinario, dice del pícaro Guzmán que era «semejante al navío que anda dando bordes en la ribera, y nunca acaba de tomar puerto». En 1623, en Colonia, se publicó la primera de las dos traducciones al latín que se hicieron del Guzmán en el siglo XVII.

Juan Martín Cabezalero: Bautizado en Almadén el 24 de agosto de 1645, debió de trasladarse muy pronto a Madrid donde se formó con Juan Carreño de Miranda, en cuya casa, situada frente al convento de San Gil, residía aún en 1666, aun cuando ya en esa fecha se titulaba pintor. De ese año es también su primera obra firmada, el San Jerónimo del Meadows Museum de Dallas, trabajado con técnica suelta y color jugoso aprendidos de Anton van Dyck a través de su maestro.
En julio de 1667 contrató la pintura de cuatro grandes lienzos dedicados a la Pasión para la capilla del Cristo de los Dolores de la Venerable Orden Tercera de Madrid, a razón de 1550 reales cada uno. Los cuadros debían de estar concluidos el 10 de julio del año siguiente, cuando se registró el último de los pagos. Conservados en el mismo lugar para el que fueron pintados, se trata del único conjunto documentado que se ha conservado y el que ha servido para fijar su estilo. En ellos el influjo flamenco, con elementos de Van Dyck tanto como de Rubens, se conjuga con las influencias venecianas, evidentes en los tocados orientales y la escalinata veronesiana del Ecce Homo, en cuya composición advirtió Elías Tormo también cierta semejanza con el lienzo de Tiziano del mismo asunto ahora conservado en el Kunsthistorisches Museum de Viena. En la Caída de Cristo camino del Calvario —o Calle de la amargura— y en la Lanzada de Longinosse encuentran recuerdos de Van Dyck y de Rubens respectivamente en su disposición general, con sus amplios espacios y ricas expresiones, aunque sin copiar nunca de sus modelos y con un muy personal tratamiento de la luz, que ilumina fragmentariamente las figuras alternando con zonas en sombra.
Antonio Palomino, al ocuparse de estos lienzos, atribuía también a Cabezalero «los otros seis menores, que están en la sacristía de dicha capilla, todos de la Pasión de Cristo Señor Nuestro, cosa superior». También conservados, Elías Tormo rechazó su atribución, teniéndolos por lienzos «de muy entrado el siglo xviii, y aquellos o en aquello que esté intacto, pues se repintaron algunos en parte y totalmente otros en el xix por Barcia Pabón».
Solo unos días después del último pago por estos lienzos, el 18 de junio de 1668 recibió 1000 reales a cuenta de tres cuadros que debía pintar junto con José Jiménez Donoso para la Cartuja de El Paular. Palomino, posiblemente por error, alude a una pintura al fresco de la historia de San Bruno en el techo de la sala capitular del monasterio junto al altar, «que los otros dos son de Claudio [Coello] y Donoso». No se conservan pero un San Bruno en gloria de colección particular, procedente de la colección del infante Sebastián de Borbón, en la que en 1876 figuraba ya con atribución a Cabezalero, podría ser un boceto para esas pinturas. El punto de vista marcadamente bajo del pequeño óleo, como para ser visto di sotto in sù, permite suponer que fuese concebido para ser trasladado a un lienzo mayor y colocado en un techo, donde Palomino indica que se ubicaba. Aunque en este caso es más probable que se tratase de una pintura al óleo encastrada en la bóveda, no cabe descartar que Cabezalero fuese también pintor al fresco, técnica con la que según Palomino habría pintado al «Padre Eterno, con unos chicuelos, teniendo el mundo, que no se puede hacer cosa mejor», en la capilla del almirante de Castilla junto al convento de Recoletos y unas historias de la Pasión en la capilla situada a los pies de la iglesia del convento de San Plácido. Aunque destruidas todas estas pinturas y los mismos espacios conventuales para los que fueron pintadas, del convento madrileño de San Plácido procede un óleo con la fiesta de Pentecostés conservado en el monasterio de Santo Domingo de Silos, para el que lo compró su abad a las monjas por 1000 pesetas en 1928. De colores jugosos y acusados contraluces, la pieza, poco estudiada, aparece firmada Cavezalero f. en el escalón inferior.
La tasación de la pequeña colección de pinturas de Juana Grimaldo, fechada en octubre de 1669, y su testamento, otorgado el 13 de junio de 1673 con licencia de su madre, por tener con ella «algunas dependencias», son las últimas noticias que se tienen de su vida. Por hallarse gravemente no pudo firmar ya el documento con sus últimas voluntades, en el que pedía ser enterrado en la parroquia de San Sebastián, de la que era feligrés, y dejaba como heredera a su madre, Isabel Muñoz, viuda, que le sobreviviría diez años. Falleció once días más tarde, el 24 de junio de 1673, en su domicilio de la plazuela del Ángel, casas de Juan de Vargas. Palomino, al lamentar su temprana muerte, alababa su carácter modesto y su mucho estudio.

Andrés Manuel del Río: Estudió química analítica y metalurgia en España. Realizó estudios de filosofía, teología y literatura y se graduó como bachiller en 1780 en la Universidad de Alcalá y posteriormente ingresó en la Escuela de Minería de Almadén. Más tarde se trasladó a Franciadonde estudió en París bajo la dirección del químico Jean d'Arcet. En 1786 fue pensionado por la corona española para seguir los cursos de la Academia de Minas de Schemnitz, (Hungría, entonces parte del imperio austriaco, y en la actualidad, Banska Stiavnica, en Eslovaquia). Continuó posteriormente sus estudios en Freiberg, en Alemania, bajo la dirección de Abraham Gottlob Werner. Se dice, aunque no hay modo de comprobarlo, que llegó a ser discípulo de Antoine Lavoisier en París y tuvo que huir perseguido a Inglaterra, después de que Lavoisier, considerado el fundador de la química moderna, fuese ejecutado en la guillotina. Don Andrés llegó también a colaborar con el Abate Haüy, considerado como el padre de la cristalografía.

Antonio Rodriguez Hernandez: Nacido en la localidad tarraconense, de Mora de Ebro el 6 de febrero de 1889, sus primeras clases de escultura las recibió en el Ateneo de Tarragona, pasando enseguida al taller, en Barcelona, del escultor Feliu Ferrer Galzeran. Pero fue cuando se trasladó a Murcia, donde hizo su primer grupo escultórico Flores malsanas, destruido más tarde por él mismo.
Al cumplir los dieciocho años se marcha a Madrid, pensionado por la Diputación de Tarragona. Allí Julio Antonio trabajó en el taller de Miguel Blay, uno de los escultores más importantes en ésa fecha en Madrid. A pesar de reconocer el gran maestro que era Blay, decide dejarlo y emprende unos viajes por España acompañado de su amigo el pintor Miquel Viladrich Vila, con quien montó su primer taller.
En 1908 modela su primera obra importante María, la gitana, donde ya demuestra su gran personalidad y rompe con la escultura propia de la época.
También cultivó la ilustración, realizando dibujos para obras de Antonio de Hoyos y Vinent, Eugenio Noel y Ramón Gómez de la Serna.
Julio Antonio, que gozó del aprecio generalizado de la crítica, falleció en Madrid el 15 de febrero de 1919 a los treinta años de edad, a causa de la tuberculosis.
En noviembre de 2018 –próximo el centenario de su muerte– sus restos mortales, y los de su madre, fueron exhumados del cementerio de la Almudena y trasladados al cementerio de Mora de Ebro, su localidad natal.

Jacinto Antolín Gallego: Se inició artísticamente en Calzada de Calatrava, al realizar una sustitución en el elenco del Niño de Genil, a los dieciséis años. Debutó en 1918 en el Kursaal Magdalena de Madrid. Durante los años 1920 fue asiduo de los cafés cantantes y colmaos madrileños, alternando con Antonio Chacón, de quien era ferviente admirador. En 1928 actuó en el Teatro Pavón, en unión de Angelillo y Guerrita, y al año siguiente en el mismo escenario madrileño con Pepe Marchena, con quien meses después intervino en el Teatro Cómico con la estampa Mira que bonita era.
Fueron muchísimos los contratos y actuaciones junto a grandes maestros de su época, En 1946 formó parte del ballet de Pilar López Júlvez, junto a Manolo el Malagueño. Hizo varias giras fuera de España, reapareciendo en 1960 en el Teatro de la Comedia de Madrid. Sobre su arte escribió Jacinto Benavente.
También fue un maestro de los cantes mineros. Jacinto vivió la experiencia de la mina. Su padre era minero y él mismo trabajó en las minas de carbón de Puertollano. Empezó a cantar tarantas sabiendo lo que significaban sus letras; luego dejó la mina por el cante y siguió aprendiendo.
En 1957 grabó en Francia una cartagenera, Si vas a San Antolín, ejemplo de la más pura ortodoxia chaconiana.
Jacinto fue un gran profesional y gozó de una enorme popularidad. En 1965, estuvo junto a Pepe Marchena como invitado de honor en el II Concurso Nacional de Cartageneras. En 1968 le brindó un homenaje el Aula de Cultura "Andrés Cegarra" de La Unión. En él se escuchan sus grabaciones y actúan los cantaores locales Pencho Cros, Eleuterio Andreu y Niño Alfonso. Ese mismo año falleció en un accidente de tráfico.

Guillermo Jimenez Sanchez: Su formación como jurista es académica. Obtuvo el doctorado en Derecho por la Universidad de Bolonia en 1965 y es un experto en materia de Derecho Mercantil. fue profesor del Instituto Universitario de Ciencias de la Empresa y en el Instituto de Estudios Sociales de la Universidad de Sevilla, antes de obtener la cátedra de Derecho Mercantil en la misma, donde ha ocupado el puesto de secretario general, Rector y Vicerrector. También fue Rector de la Universidad Hispanoamericana de Santa María de La Rábida.
Su origen académico y su especialización en el ámbito mercantil del derecho, le sirvió en especial para ser el ponente de la Ponencia Especial constituida en la Comisión General de Codificación para elaborar de un anteproyecto de Ley Concursal en 1996.
Es, también, destacado miembro de la Real Academia Sevillana de Legislación y Jurisprudencia, académico correspondiente de las Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de Granada y de la Real Academia de Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba. A la vez, ostenta la condecoración de la Cruz de Honor de la Orden de San Raimundo de Peñafort.
En abril de 2010 fue nombrado ponente del recurso de inconstitucionalidad presentado por el Partido Popular contra el Estatuto de Autonomía de Cataluña, relevando en la ponencia a la magistrada Elisa Pérez Vera, que tras cinco intentos no obtuvo un apoyo a su ponencia.

Sofía Reina: hija predilecta de Almadén y pintora.

Beatriz Montañez Lopez: periodista y guionista.

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