miércoles, 6 de marzo de 2019

Alcaraz (Albacete)

Andrés de Vandelvira: fue un arquitecto y cantero renacentista españolque había estudiado en Italia. Algunos dicen que también fue discípulo de Francisco de Luna, y estaba casado con su hija Luisa de Luna, de Villacarrillo, con la que tuvo siete hijos, uno de los cuales, Alonso de Vandelvira, escribió un Libro de cortes de piedra, en el cual difunde la disciplina de la montea o estereotomía o plano constructivo en tres dimensiones, que ayudó a que la extraordinaria obra técnica de su padre, fuera conocida en Europa. Fundó una capellanía, en la Iglesia Parroquial de Villacarrillo, a favor de su hijo el presbítero y licenciado Pedro de Vandelvira. Siendo en este último lugar donde acopió la mayor parte de su patrimonio.
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Pedro de Vandelvira: fue un arquitecto y escultor castellanoEstudió en Italia las obras de Miguel Ángel, donde le conoció y trató el comendador de León Francisco de los Cobos, que le persuadió a que volviese a España.
Trabajó en el Monasterio de Uclés, y proyectó la reconstrucción del castillo de la villa de Sabiote, hizo el diseño para la capilla del Salvador de Úbeda que se construyó entre 1540 y 1556, fundada y dotada con magnificencia por el comendador mayor Francisco de los Cobos, natural la misma ciudad, consejero, secretario y confidente de Carlos I, y por su mujer María Sarmiento de Mendoza, condesa de Rivadavia. Se atribuye a Pedro el palacio que el comendador hizo construir en aquella ciudad, obras ambas enriquecidas profusamente de aquellos ornatos que nuestros restauradores de la arquitectura griega. Entre adornos de este palacio merecen atención y alabanza pinturas al fresco de dos italianos Alejandro y Julio discípulos según se cree de Juan de Udine, que hizo el comendador y pintaron después en la Alhambra de Granada y otras partes.
Se le atribuyen también la portada de la iglesia de las monjas dominicas de Úbeda, las puertas de la ciudad de Baeza llamadas de Córdoba y de Úbeda, y la cárcel adornada con escudos de armas de Carlos I y de la casa de Borja.
Por entonces diseñó también la capilla mayor de San Francisco de Baeza fundada por don Diego de Valencia Benavides el Bravo, hijo segundo del señor de Jabalquinto. Es un cuadro perfecto de setenta y dos pies de latitud otros tantos de longitud y ciento cincuenta de altura todo de piedra blanca, riquísimo de columnas, molduras, bajo relieves y estatuas y todo esculpido con delicadeza. Sobre la comisa general tiene una baranda de hierro que forma una especie de corredor y desde él da principio el movimiento de una bella bóveda dorada y pintada. La ejecución de esta capilla corrió a cargo de Francisco y Cristóbal de Vandelvira, hijos de Pedro, porque este artífice no podía asistir a ella hallándose ocupado en la dirección de otras y principalmente en la de la catedral de Jaén que proyectó en 1534 y se empezó, tras el derribo de la edificación existente, el año 1540, siendo obispo de aquella diócesis el cardenal Esteban Gabriel Merino, obra que a su muerte continuaría su hijo y discípulo, Andrés de Vandelvira.
También trazó el hospital de Santiago de Úbeda, abrió sus zanjas y antes de colocar la primera piedra enfermó. Para recobrar su salud se fue a Alcaraz donde falleció pocos días después de haber llegado.

Pedro Simón Abril: Profesor de artes, filosofía y gramática en Uncastillo (Zaragoza) entre 1566 y 1570; este último año la Universidad Sertoriana de Huesca lo procesó por enseñar en ese lugar las disciplinas de Artes y Filosofía, lo que era entonces privilegio único de esa institución académica. Como el maestro se negó a suspender sus enseñanzas, fue declarado contumaz y excomulgado desde los púlpitos y tuvo que ceder finalmente, suplicando la absolución en mayo de 1571, jurando que sólo enseñaría Gramática y que defendería los antiguos privilegios de la universidad oscense. El episodio da fe de la importancia del estudio de Artes, que competía con la Universidad, pero también del esfuerzo de la Universidad de Huesca por mantener en Aragón el monopolio de la enseñanza superior, que no tardaría en perder con la fundación de la universidad de Zaragoza. Pedro Simón Abril enseñó también griego, filosofía y poesía en Tudela, ciudad a la que siempre se referirá con nostalgia, en Zaragoza (1574-1576), y en su ciudad natal, Alcaraz (Albacete), donde pudo conocer al bachiller Sabuco y tener como discípula a su hija, la célebre doña Oliva Sabuco de Nantes. Fue nombrado uno de los primeros catedráticos de la Universidad de Zaragoza (que data del 24 de mayo de 1583), en esta universidad enseñó Latinidad, Griego y Retórica, allí tuvo por colega a Pedro Malón de Chaide. En noviembre de 1583 incorporó el grado de licenciado al de maestro, que seguramente había obtenido en la universidad de Valencia. Como una de las figuras más importantes del Humanismo español, fue autor de gramáticas latinas (Latini idiomatis docendi ac discendi methodus, 1561 y De lingua latina vel de arte grammatica, 1567) y otra griega, así como de otras obras gramaticales escritas, contra lo usual entonces, en lengua castellana, siguiendo en ello la recomendación de Nebrija en sus Introducciones latinae. Abril sostiene este principio de la enseñanza en lengua vulgar también como norma pedagógica aplicable a cualquier otra disciplina en sus Apuntamientos de cómo se deben reformar las doctrinas y la manera de enseñallas (Madrid: P. Madrigal, 1589 y aparecido en Libros escogidos de Filósofos R. A. E., 1953, p. 294-300). Simón Abril afirma en esta obra que los errores didácticos provienen de enseñar en lenguas extrañas (latín y griego) que el pueblo no entiende; deduce que es necesario usar la lengua propia para mejorar el entendimiento y para ello el uso de la lengua vulgar en la enseñanza es condición primordial para conocer antes y mejor la gramática griega y latina. Sostiene que las matemáticas se enseñen en lengua vulgar; en el ámbito de las Facultades Mayores afirma que es un grave error enseñar la Medicina en latín o en griego, porque el médico no llega a conocer con perfección la anatomía del cuerpo humano ni la terapia natural y apropiada para cada enfermedad. Sugiere la traducción al castellano de los grandes tratados de los médicos griegos, como Hipócrates o Galeno, así como los de los árabes españoles. De la misma forma sostiene que el Derecho debe regirse por leyes escritas en lengua castellana y no en otra lengua. El esfuerzo de Pedro Simón Abril fue seguido por otros autores de la época, quienes dirigieron sus trabajos para que el uso del castellano en las aulas universitarias tuviese lugar preferente en detrimento del latín.
Pedro Simón Abril es recordado sobre todo por su eminente traducción de las obras de Aristóteles, aunque también tradujo seis comedias de Terencio (1577), las Fábulas de Esopo(Zaragoza, 1584) y otras muchas obras de Platón (CratiloGorgias), Eurípides (Medea), Aristófanes (Pluto) y Cicerón. Como traductor afirmaba en su prólogo a la Ética de Aristóteles: «el que vierte ha de transformar en sí el ánimo y sentencia del actor que vierte, y decirla en la lengua en que lo vierte como de suyo, sin que quede rastro de la lengua peregrina en que fue primero escrito». Juan Antonio Pellicer, a fines del siglo XVIII, lo tuvo como el mejor traductor español antiguo. Hizo doce traducciones bilingües.

Roberto Molina Espinosa: Empezó a escribir a los quince años artículos y poemas en la prensa de Albacete, mientras era mancebo de botica, y luego fue publicando colaboraciones en otros diarios de Madrid, Valencia y Barcelona, ciudades a donde va a trabajar desde los dieciocho años. Estaba en Barcelona en 1912 cuando ganó el concurso de novela corta de la revista madrileña El Libro Popular con su novela Un veterano, lo que le volcó definitivamente a la literatura, aunque subsistió hasta su muerte con un empleo de funcionario.
Publicó después otra novela extensa, La infeliz aventura. Pero lo más genuino de su producción son numerosas novelas cortas de carácter naturalista en que abordó con intenciones moralizantes los problemas sociales de la clase media; era lo que Federico Carlos Sainz de Robles denomina "promoción de El Cuento Semanal", que durante los años veinte llenó de narrativa breve los kioscos de España; Molina publicó decenas de títulos, entre ellos algunos tan buenos como El factor negativo (1925), Sor Cecilia (1925) y Tinieblas (1939) en casi todas las colecciones de la época: La Novela de Bolsillola Novela para todosEl Cuento NuevoLa Novela Semanal, etc. También escribió mucho teatro que no logró estrenar. Colaboró en diversos diarios y revistas: Los Lunes de El ImparcialBlanco y NegroLa EsferaNuevo MundoABCEl SolEl DebateYa, y algunos de América, entre ellos la revista Síntesis de Buenos Aires y Social, de Cuba, entre otras.
Destacan sus novelas El veterano, 1913, Los demonios de Potranco, 1918 y especialmente Dolor de juventud, (Madrid, Editorial Pueyo, 1923), que le valió el Premio Nacional de Literatura por un jurado que formaban Ramón Pérez de AyalaAzorínJulio CasaresEnrique Díez Canedo y Enrique de Mesa; él mismo la consideraba su obra maestra y ha sido reimpresa en edición facsímil en 1990 por la Diputación de Albacete; son también importantes La infeliz aventura, (CIAP, 1930), Tinieblas, 1939, Peñarrisca, 1943 y Chuscos, matones y bandidos, 1956, una colección de relatos. Picaresca y Bohemia es una novela sobre la vida literaria de Madrid. Se acercó a la biografía con Vida de don Álvaro de Luna. También escribió la colección de ensayos Capacidad de sufrimiento en los espíritus superiores, 1955. Entre su producción figuran también colecciones poéticas y crónicas y artículos periodísticos y existe un gran volumen de inéditos.

Oliva Sabuco: fue una mujer española de la época renacentista. Con base en esa obra algunos autores la consideran precoz filósofa y médica, mientras otros lo niegan rotundamente.
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Capitán Martín Alfonso de la Tovilla: conquistador de Guatemala.

Estebán Pérez de Pareja: Fue un fraile franciscano novador (o novator) , del que apenas se tienen datos. Su escasa biografía la da a conocer él mismo en algunos de los fragmentos de su propia obra Historia de la primera fundación de Alcaraz y milagroso aparecimiento de Ntra. Sra. De Cortes, así como en la obra de Baquero Almansa, aunque en ésta se recogen datos de aquella.
Se conoce que Fray Esteban era hijo de alcaraceños, aunque él seguramente naciera, alrededor de 1676, en Villanueva de los Infantes, ya que hace alusión varias veces a esta villa como su patria.
En 1696 acabó los cursos de Filosofía, y se hizo cronista passante del convento de San Francisco de Alcaraz, en el que, seguramente. transcurrió buena parte de su vida religiosa; aunque puede que no toda, ya que hace una referencia a que había tardado mucho tiempo en materializar su proyecto de escribir el libro, debido a "las ocupaciones continuas, en que me ha tenido la obediencia en conventos muy distantes".
Fue Lector de Filosofía en el convento de Murcia y, según comentó él mismo, en el año 1727 asistió al capítulo que la Provincia Franciscana de Cartagena celebraba en Huete (Cuenca), y que, por aquellas fechas, tenía el cargo de guardián del convento de Alcaraz.
En 1732 fue enviado al convento de la recién rescatada Orán. Durante su estancia en Orán, parece ser que prometió a la Virgen de Cortes (de la cual era muy fiel devoto) que, si volvía alguna vez pronto y feliz a su convento, escribiría una obra dedicada a su Señora. Obra que empezó a escribir el emblemático día del 1 de mayo de 1738, por lo que se supone el regreso a su monasterio a inicios del año 1738, para desempeñar, a principios de 1740, el oficio de profesor de la orden o lector habitual de filosofía, así como exdefinidor de la Santa Provincia de Cartagena y examinador sinodal del obispado de Cuenca. Por este año publicaba además su obra en Valencia, en la imprenta de Joseph Thomás Lucas, impresor del ilustrísimo señor obispo de Teruel.

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